La realidad del
“Ellos no nos quieren”
Por Raúl R.
Vidal
Desde que tengo
uso de razón, uno de los argumentos más utilizados por estadolibristas e
independentistas es que aunque el pueblo quiera la unión con los Estados
Unidos, “ellos” no nos quieren. Muchos de mis compañeros estadistas se han
topado con este argumento. Sin duda alguna, se han sentido frustrados ante tal
aseveración. Por su beneficio y el de todo aquel interesado, analizaremos el
argumento. Éste se divide en tres partes: 1) La aceptación de los opositores de
la estadidad de que el pueblo ya no está con ellos; 2) La presunción que
nosotros somos diferentes a los llamados “ellos”; y 3) Que nuestros
conciudadanos no nos quieren.
El creciente uso
de este argumento es significativo, ya que indica que los enemigos de la
estadidad han aceptado la opinión del puertorriqueño sobre el tema. Ningún otro
movimiento político en Puerto Rico ha crecido tanto en tan poco tiempo. Cierto
que no se ha certificado aún en un plebiscito federal o estatal, pero sin duda
alguna, la proyección que lleva desde 1967 indica que la estadidad será la
preferencia mayoritaria permanente. La oposición concede este punto al usar su
argumento preferido – y aunque no lo admita, su argumento le traiciona.
La segunda
premisa del argumento es la distinción entre nosotros y “ellos.” Ahora bien, ¿a
quién se refieren al decir “ellos”? Claro, dirían, a los americanos, pero ¿a
cuáles americanos se refieren? No es posible que se basen en ciudadanía, ya que
nosotros, desde Luis Fortuño Burset hasta Filiberto Ojeda Ríos, somos
ciudadanos Americanos. Hasta ese punto, el “ellos” no tiene mucho sentido. Tal
vez se refieren a los ciudadanos que viven en los estados de la Unión. De
referirse a éstos, estarían incluyendo a todos nuestros hermanos hispanos de la
nación, esos 45.5 millones. Los hispanos componemos un 15% de la población (un
44% de la población de Nuevo México, y un 35% de la población en California y
Tejas). Por definición, también incluyen a los más de 4.5 millones de
puertorriqueños que viven en el resto de la nación. Dudo mucho que éstos estén
en contra de nuestra estadidad de nosotros optar por ella, y mucho menos creo
que esos 45.5 millones de hispanos se distingan tanto de nosotros como la
oposición nos distingue de los misteriosos “ellos.” Siendo justos, tal vez la
oposición se refiere a esos “anglos,” esos “blanquitos” del norte, pero hasta
eso es insensato por dos razones. Primero, los ciudadanos de la mayoría racial
no están en su mayoría en contra de nuestra estadidad (cosa en la que elaboraré
más adelante). Segundo, ninguna medida en nuestra nación es decidida por un
solo sector. Todas las medidas son discutidas y decididas por el entero de
nuestra nación, esto incluye a todas las razas y todas las tradiciones
culturales que habitan en el país. En fin, si bien es cierto que no podemos
distinguirnos del resto de la ciudadanía, el “ellos” no existe. De hecho, al
decir “ellos,” también nos estamos incluyendo.
La tercera
premisa se basa en que, sea quien sea que tenga que tomar el último paso de
nuestra estadidad, no nos querrá como estado. Esto no es cierto, y de hecho
solo existe evidencia de lo contrario. Sería fácil descartar este argumento
citando el abrumador apoyo – 185 coauspiciadores – que el más reciente proyecto
de status (Puerto Rico Democracy Act ó HR 2499) disfruta en la Cámara de
Representantes federal, pero prefiero indagar un poco más profundamente citando
datos y experiencias que he tenido en la capital, Washington, DC.[1] Cuando el
pueblo de Puerto Rico vote en su mayoría por la estadidad, el Congreso federal
(quienes tal vez son los “ellos”) tendrá la responsabilidad de decidir el
asunto a través de legislación. De inmediato, y sin contar doble, uno puede
estar seguro del apoyo de todos los congresistas hispanos (25), más los
congresistas no hispanos con distritos nutridos de hispanos (70), más los
congresistas no-hispanos que han apoyado tradicionalmente nuestra integración
(30), más sus aliados y miembros del Congreso que ya se han comprometido a
respetar la decisión del pueblo (90), más uno que otro congresista en la
periferia (20+/-), nos da un total de 235 +/-. Una pieza de legislación se
aprueba con 218. En el Senado podríamos contar con alrededor de 55 votos al
momento – teniendo en cuenta las mismas consideraciones que en la Cámara baja.
Algunos dirían
que estas son cifras altamente optimistas, pero al aplicar un carácter humano,
uno se da cuenta de su veracidad. Por ejemplo, uno de los detractores más
grandes del proyecto HR2499 es el Representante Broun de Georgia, aun así, el
congresista ha dicho en el record que si un 56% del pueblo de Puerto Rico apoya
la estadidad, el también la apoyará. Lo mismo han dicho varios otros
congresistas con cuyo apoyo típicamente no contamos los estadistas. Es
importante notar que la falta de apoyo por un referéndum que requiere mayoría
simple, no es sinónimo a que no nos quieren como Estado. De la misma forma, ser
republicano o conservador en los Estados Unidos no es sinónimo de ser
anti-estadista – contrario al argumento de los independentistas y
estadolibristas sobre los “ellos.” Como ejemplo, comparto esta anécdota:
Durante una cena con el conocido congresista conservador, Joe Wilson – a quien
recordarán por ser el congresista que le gritó al Presidente Obama “¡Mientes!”
durante un discurso en el Congreso –, el representante compartió con todos en
la mesa su adoración por Puerto Rico, añadiendo que no hay un ciudadano más
americano que el puertorriqueño. No tengo que mencionar que el congresista
Wilson es un fierro partidario de la estadidad. Lo mismo puedo decir de famosos
líderes del movimiento conservador con quienes he podido compartir y, para
incredulidad de los proponentes del “ellos,” reclutar para nuestra causa.
Personalidades como el Gobernador Jeb Bush, Michael Steele (líder del Partido
Republicano), David Keene (presidente de la Unión Conservadora), los
congresistas Chris Smith, Dan Burton, Rob Bishop, John Mica, Mike Pence, Doc
Hastings y muchos más.
Enumerando todos
nuestros partidarios, me vuelvo a preguntar la validez del argumento
colonialista – “ellos no nos quieren.” Si los “ellos” no puede ser el pueblo
americano, ni puede ser el Congreso de los Estados Unidos, ni tampoco el
movimiento conservador, ¿quiénes serán? Tal vez “ellos” son nada más y nada
menos que los estadolibristas e independentistas que se oponen
recalcitrantemente a la igualdad y pretenden arriesgar la permanencia de
nuestra ciudadanía.
————————–
Raúl R. Vidal es
el pasado Presidente del Puerto Rico Statehood Students Association y
Co-Presidente de los Young Republican of Puerto Rico. PRSSA es una organización
sin fines de lucro con la meta de adelantar el debate académico y político
sobre la libre determinación de Puerto Rico al igual que su posible admisión
como Estado de la Unión.
[1] Para el
estudio formal, visite nuestra página Web, www.statehoodpr.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario