miércoles, 22 de junio de 2011

On the Way Forward in Afghanistan

22 de junio, 2011

Declaraciones del Presidente Barack Obama
Sobre el camino por delante en Afganistán
Washington, D.C.
22 de junio, 2011

Buenas noches. Hace casi 10 años, Estados Unidos fue víctima del peor ataque contra nuestras costas desde Pearl Harbor. Este asesinato en masa lo planearon Osama bin Laden y su red de Al Qaida en Afganistán, y representó una nueva amenaza para nuestra seguridad, donde los objetivos ya no eran soldados en el campo de batalla, sino hombres, mujeres y niños inocentes que realizaban sus actividades cotidianas.

En los días posteriores, nuestra nación se unió en torno a la ofensiva que llevamos a cabo en contra de Al Qaida y a medida que derrotamos al Talibán en Afganistán. Luego cambiamos de objetivo. Se inició una segunda guerra en Irak, y derramamos muchísima sangre y gastamos mucho dinero para respaldar al nuevo gobierno allí. Cuando yo asumí el mando, la guerra en Afganistán se encontraba en su séptimo año. Pero los líderes de Al Qaida habían escapado a Pakistán y planeaban ataques nuevos, y mientras tanto, el Talibán se había reagrupado y tomado la ofensiva. Sin una nueva estrategia ni medidas decisivas, nuestros comandantes militares advirtieron que era posible que enfrentáramos el resurgimiento de Al Qaida y el retorno al poder por el Talibán en Afganistán.

Por este motivo, en una de las decisiones más difíciles que he tomado como Presidente, ordené la movilización de 30,000 soldados estadounidenses adicionales a Afganistán. Cuando anuncié este aumento de tropas enWest Point, fijamos objetivos claros: enfocarnos nuevamente en Al Qaida; revertir el ímpetu del Talibán, y capacitar a las fuerzas de seguridad de Afganistán para defender a su propio país. También dejé en claro que nuestro compromiso no era ilimitado y que nuestras tropas comenzarían a regresar a casa en julio de este año.

Esta noche, les puedo decir que hemos cumplido esa promesa. Gracias a nuestros hombres y mujeres de uniforme, nuestro personal civil y los muchos socios de nuestra coalición, hemos cumplido nuestros objetivos. Como resultado, a partir del mes entrante y hasta fines de este año, podremos retirar 10,000 de nuestros soldados de Afganistán, y para el próximo verano, un total de 33,000 soldados podrán haber emprendido el retorno a casa, revirtiendo así del todo el aumento de tropas que anuncié en West Point. Tras esta reducción inicial, nuestros soldados continuarán regresando a casa a paso firme a medida que las fuerzas de seguridad de Afganistán asuman la delantera. Nuestra misión de combate pasará a ser de apoyo. Para el 2014, se concluirá este proceso de transición y el pueblo afgano estará a cargo de su propia seguridad.

Estamos iniciando esta reducción desde una posición de fuerza. Al Qaida está bajo más presión que nunca desde el 11 de septiembre. Junto con los paquistaníes, hemos eliminado a más de la mitad de los líderes de Al Qaida. Y gracias a nuestros profesionales de inteligencia y Fuerzas Especiales, eliminamos a Osama bin Laden, el único líder que Al Qaida conoció jamás. Esta fue una victoria para todos aquellos que han prestado servicios desde el 11 de septiembre. Un soldado lo resumió muy bien. “El mensaje”, dijo, “es que no olvidamos. Haremos que rindan cuentas, sin importar el tiempo que tome”.

La información que recuperamos del complejo de bin Laden indica que Al Qaida enfrenta serias dificultades. Bin Laden expresó inquietud de que Al Qaida no hubiera logrado reemplazar a los terroristas de alta jerarquía que habían sido eliminados y de que Al Qaida hubiera fracasado en su esfuerzo por caracterizar a Estados Unidos como un país en guerra contra el islam, privándola así de respaldo más generalizado. Al Qaida sigue siendo peligroso, y debemos permanecer alerta a ataques. Pero hemos puesto a Al Qaida en el camino a la derrota, y no cejaremos hasta que se concluya la labor.

En Afganistán, hemos causado bajas importantes en el Talibán y hemos tomado varios de sus baluartes. Además de nuestro aumento de tropas, nuestros aliados también han incrementado su compromiso, lo que ha ayudado a darle más estabilidad al país. Las Fuerzas de Seguridad de Afganistán cuentan ahora con más de 100,000 efectivos adicionales, y en algunas provincias y municipalidades, hemos comenzado a entregarle alpueblo afgano la responsabilidad por la seguridad. Ante la violencia e intimidación, los afganos están luchando y muriendo por su país, creando fuerzas policiales locales, abriendo mercados y escuelas, creando oportunidades para las mujeres y niñas, y tratando de pasar la página tras varias décadas de guerra.

Por supuesto que todavía existen enormes desafíos. Esto es solo el inicio –pero no el final– de nuestro esfuerzo por llevar esta guerra a su fin. Debemos realizar la difícil labor de retener los logros que hemos alcanzado a la vez que reducimos nuestras fuerzas y le entregamos al pueblo afgano la responsabilidad por la seguridad. Y en mayo, en Chicago, realizaremos una cumbre con nuestros aliados y socios de la OTAN para definir la próxima fase de esta transición.

Lo que sí sabemos es que sin un acuerdo político no puede haber paz en un territorio que ha visto tantas guerras. Por lo tanto, a la vez que reforzamos las Fuerzas de Seguridad del gobierno afgano, Estados Unidos se sumará a campañas por la reconciliación del pueblo afgano, en las que se incluirá al Talibán. Nuestra posición sobre estas conversaciones es clara: las debe dirigir el gobierno afgano, y quienes quieren ser parte de un Afganistán pacífico deben romper con Al Qaida, abandonar la violencia y respetar la constitución de Afganistán. Pero debido en parte a nuestro esfuerzo militar, tenemos motivo para creer que se pueden alcanzar logros.

El objetivo que tenemos se puede alcanzar y se puede expresar de manera simple: no habrá refugio desde el cual Al Qaida o sus afiliados puedan lanzar ataques contra nuestro territorio o nuestros aliados. No trataremos de hacer que Afganistán sea un lugar perfecto. No patrullaremos sus calles ni montañas indefinidamente. Esa es la responsabilidad del gobierno afgano, que debe aumentar su capacidad de proteger a su gente y pasar de una economía moldeada por la guerra a una que pueda sustentar una paz perdurable. Lo que podemos hacer y haremos será forjar una sólida alianza con el pueblo afgano que asegure que podamos seguir yendo en pos de los terroristas y apoyando al gobierno soberano de Afganistán.

Por supuesto que nuestros esfuerzos también deben lidiar con los refugios terroristas en Pakistán. No hay país más afectado por la presencia de extremistas violentos, motivo por el cual continuaremos presionando a Pakistán para que aumente su participación en afianzar un futuro más pacífico para esta región desgarrada por la guerra. Colaboraremos con el gobierno de Pakistán para arrancar de raíz el cáncer del extremismo violento e insistiremos en que cumpla sus promesas. Que no quepa la menor duda de que mientras sea Presidente, Estados Unidos nunca tolerará un refugio para quienes se proponen matarnos: no podrán eludirnos ni evitar ser llevados ante la justicia como lo merecen.

Conciudadanos: esta ha sido una década difícil para nuestro país. Las lecciones aprendidas no son nuevas: el gran costo de la guerra –costo pagado por casi 4,500 estadounidenses que perdieron la vida en Irak y más de 1,500 en Afganistán–, hombres y mujeres que no podrán gozar de la libertad que defendieron. Miles más fueron heridos. Algunos han perdido extremidades en el campo de batalla y otros aún luchan contra los demonios que los siguieron a casa.

Sin embargo, esta noche, nos reconforta saber que las sombras de la guerra se están alejando. Menos de nuestros hijos e hijas luchan en lugares peligrosos. Hemos concluido nuestra misión de combate en Irak y 100,000 soldados estadounidenses ya han salido de ese país. Y a pesar de que todavía habrá días funestos en Afganistán, se puede ver la luz de una paz segura a la distancia. Estas largas guerras llegarán de manera responsable a su fin.

Mientras esto sucede debemos aprender sus lecciones. Esta década de guerra ya ha causado que muchos hagan preguntas sobre el carácter de la participación por Estados Unidos en el mundo. Hay quienes quisieran que Estados Unidos deje de cumplir con su responsabilidad como piedra angular de la seguridad mundial y adopte un aislamiento que haga caso omiso de las amenazas muy reales que enfrentamos. Otros quisieran que Estados Unidos abarque demasiado y que enfrente cada mal que se puede encontrar en el extranjero.

Debemos trazar un curso más centrado. Como las generaciones previas, debemos aceptar la función singular de Estados Unidos en el curso de la historia de la humanidad. Pero nuestras pasiones deben ir de la mano de nuestro pragmatismo; y nuestra determinación de la mano de la estrategia. Cuando nos amenazan, debemos responder con fuerza, pero cuando es posible enfocar esa fuerza, no es necesario que movilicemos grandes ejércitos al extranjero. Cuando se mata a inocentes y se pone en peligro la seguridad mundial, no es necesario que decidamos entre permanecer cruzados de brazos o actuar solos. Más bien, debemos promover la acción internacional, lo que estamos haciendo en Libia, donde no tenemos a ningún soldado en el terreno, pero estamos apoyando a aliados para proteger al pueblo libio y darle la oportunidad de determinar su destino.

Con todo lo que hacemos, debemos recordar que lo que distingue a Estados Unidos no es solamente nuestro poderío, sino los principios de la fundación de nuestro país. Somos una nación que lleva a sus enemigos ante la justicia mientras se rige por el imperio de la ley y respeta los derechos de todos nuestros ciudadanos. Protegemos nuestra propia libertad y prosperidad al extendérselas a otros. No representamos el imperialismo sino la autodeterminación. Por eso tenemos un interés en las aspiraciones democráticas que está surgiendo en todo el mundo árabe. Apoyaremos esas revoluciones con fidelidad a nuestros ideales, con el poder de nuestro ejemplo y con una firme convicción de que todos los seres humanos merecen vivir con libertad y dignidad.

Por encima de todo, somos una nación cuyo poderío en el extranjero ha tenido como fundamento las oportunidades de nuestros ciudadanos dentro del país. En la última década, hemos gastado un billón de dólares en la guerra, en un momento de incremento de la deuda y dificultades económicas. Ahora debemos invertir en el mayor recurso de Estados Unidos: nuestro pueblo. Debemos dar rienda suelta a la innovación que genera nuevos empleos sectores industriales a la vez que vivimos dentro de nuestras posibilidades. Debemos reconstruir nuestra infraestructura y encontrar nuevas fuentes de energía limpia. Y más que nada, tras una década de debate acalorado, debemos recuperar el propósito común que compartíamos al inicio de este período de guerra, pues nuestra nación deriva su fortaleza de nuestras diferencias, y cuando nuestra nación es fuerte, ningunacolina es demasiado empinada ni ningún horizonte está fuera de nuestro alcance.

Estados Unidos: es hora de concentrarnos en el desarrollo de nuestra nación.

En este esfuerzo, nos sirven de inspiración nuestros conciudadanos que han sacrificado tanto a favor nuestro. A nuestros soldados, nuestros veteranos y sus familias, les hablo en nombre de todos los estadounidenses cuando digo que cumpliremos nuestro compromiso sagrado con ustedes y les proporcionaremos el cuidado, los beneficios y las oportunidades que merecen.

Conocí a algunos de esos estadounidenses patrióticos en Fort Campbell. Hace un tiempo hablé ante la 101º División Aerotransportada, que ha luchado para revertir la situación en Afganistán, y al equipo que eliminó a Osama bin Laden. Parado ante una maqueta del complejo de bin Laden, el miembro de los Navy SEALS que dirigió nuestro esfuerzo rindió homenaje a los caídos: hermanos y hermanas combatientes cuyos nombres ahora están escritos en las bases desde las cuales nuestras tropas nos defienden en el extranjero y las lápidas en plácidos rincones de nuestro país donde nunca pasarán al olvido. Este oficial –como muchos otros que he conocido en las bases en Bagdad y Bagram, Walter Reed y el Hospital Naval de Bethesda–, habló con humildad de cómo su unidad actuó como un solo hombre: se apoyaron unos a otros y confiaron entre sí, como lo haría una familia en momentos peligrosos.

Vale la pena recordar que todos somos parte de la familia estadounidense. A pesar de que hemos tenido desacuerdos y divisiones, nos une la doctrina que está escrita en los documentos de nuestra fundación y la convicción de que Estados Unidos de Norteamérica es un país que puede lograr cualquier cosa que se proponga. Ahora concluyamos la labor ante nosotros. Llevemos estas guerras a su fin de manera responsable y recobremos el Sueño Americano que es el núcleo de nuestra historia. Con confianza en nuestra causa; con fe en nuestros conciudadanos y con esperanza en el corazón, dediquémonos a la labor de extender la promesa de Estados Unidos a esta generación y a la próxima. Que Dios bendiga a nuestros soldados. Y que Dios bendiga a Estados Unidos de Norteamérica.

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THE WHITE HOUSE
Office of the Press Secretary
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June 22, 2011
Remarks of President Barack Obama
On the Way Forward in Afghanistan
Washington, D.C.
June 22, 2011

Good evening. Nearly ten years ago, America suffered the worst attack on our shores since Pearl Harbor. This mass murder was planned by Osama bin Laden and his al Qaeda network in Afghanistan, and signaled a new threat to our security – one in which the targets were no longer soldiers on a battlefield, but innocent men, women and children going about their daily lives.

In the days that followed, our nation was united as we struck at al Qaeda and routed the Taliban in Afghanistan. Then, our focus shifted. A second war was launched in Iraq, and we spent enormous blood and treasure to support a new government there. By the time I took office, the war in Afghanistan had entered its seventh year. But al Qaeda’s leaders had escaped into Pakistan and were plotting new attacks, while the Taliban had regrouped and gone on the offensive. Without a new strategy and decisive action, our military commanders warned that we could face a resurgent al Qaeda, and a Taliban taking over large parts of Afghanistan.

For this reason, in one of the most difficult decisions that I’ve made as President, I ordered an additional 30,000 American troops into Afghanistan. When I announced this surge at West Point, we set clear objectives: to refocus on al Qaeda; reverse the Taliban’s momentum; and train Afghan Security Forces to defend their own country. I also made it clear that our commitment would not be open-ended, and that we would begin to drawdown our forces this July.

Tonight, I can tell you that we are fulfilling that commitment. Thanks to our men and women in uniform, our civilian personnel, and our many coalition partners, we are meeting our goals. As a result, starting next month, we will be able to remove 10,000 of our troops from Afghanistan by the end of this year, and we will bring home a total of 33,000 troops by next summer, fully recovering the surge I announced at West Point. After this initial reduction, our troops will continue coming home at a steady pace as Afghan Security forces move into the lead. Our mission will change from combat to support. By 2014, this process of transition will be complete, and the Afghan people will be responsible for their own security.

We are starting this drawdown from a position of strength. Al Qaeda is under more pressure than at any time since 9/11. Together with the Pakistanis, we have taken out more than half of al Qaeda’s leadership. And thanks to our intelligence professionals and Special Forces, we killed Osama bin Laden, the only leader that al Qaeda had ever known. This was a victory for all who have served since 9/11. One soldier summed it up well. “The message,” he said, “is we don’t forget. You will be held accountable, no matter how long it takes.”

The information that we recovered from bin Laden’s compound shows al Qaeda under enormous strain. Bin Laden expressed concern that al Qaeda has been unable to effectively replace senior terrorists that have been killed, and that al Qaeda has failed in its effort to portray America as a nation at war with Islam – thereby draining more widespread support. Al Qaeda remains dangerous, and we must be vigilant against attacks. But we have put al Qaeda on a path to defeat, and we will not relent until the job is done.

In Afghanistan, we’ve inflicted serious losses on the Taliban and taken a number of its strongholds. Along with our surge, our allies also increased their commitments, which helped stabilize more of the country. Afghan Security Forces have grown by over 100,000 troops, and in some provinces and municipalities we have already begun to transition responsibility for security to the Afghan people. In the face of violence and intimidation, Afghans are fighting and dying for their country, establishing local police forces, opening markets and schools, creating new opportunities for women and girls, and trying to turn the page on decades of war.

Of course, huge challenges remain. This is the beginning – but not the end – of our effort to wind down this war. We will have to do the hard work of keeping the gains that we have made, while we drawdown our forces and transition responsibility for security to the Afghan government. And next May, in Chicago, we will host a summit with our NATO allies and partners to shape the next phase of this transition.

We do know that peace cannot come to a land that has known so much war without a political settlement. So as we strengthen the Afghan government and Security Forces, America will join initiatives that reconcile the Afghan people, including the Taliban. Our position on these talks is clear: they must be led by the Afghan government, and those who want to be a part of a peaceful Afghanistan must break from al Qaeda, abandon violence, and abide by the Afghan Constitution. But, in part because of our military effort, we have reason to believe that progress can be made.

The goal that we seek is achievable, and can be expressed simply: no safe-haven from which al Qaeda or its affiliates can launch attacks against our homeland, or our allies. We will not try to make Afghanistan a perfect place. We will not police its streets or patrol its mountains indefinitely. That is the responsibility of the Afghan government, which must step up its ability to protect its people; and move from an economy shaped by war to one that can sustain a lasting peace. What we can do, and will do, is build a partnership with the Afghan people that endures – one that ensures that we will be able to continue targeting terrorists and supporting a sovereign Afghan government.

Of course, our efforts must also address terrorist safe-havens in Pakistan. No country is more endangered by the presence of violent extremists, which is why we will continue to press Pakistan to expand its participation in securing a more peaceful future for this war-torn region. We will work with the Pakistani government to root out the cancer of violent extremism, and we will insist that it keep its commitments. For there should be no doubt that so long as I am President, the United States will never tolerate a safe-haven for those who aim to kill us: they cannot elude us, nor escape the justice they deserve.

My fellow Americans, this has been a difficult decade for our country. We have learned anew the profound cost of war -- a cost that has been paid by the nearly 4500 Americans who have given their lives in Iraq, and the over 1500 who have done so in Afghanistan – men and women who will not live to enjoy the freedom that they defended. Thousands more have been wounded. Some have lost limbs on the field of battle, and others still battle the demons that have followed them home.

Yet tonight, we take comfort in knowing that the tide of war is receding. Fewer of our sons and daughters are serving in harm’s way. We have ended our combat mission in Iraq, with 100,000 American troops already out of that country. And even as there will be dark days ahead in Afghanistan, the light of a secure peace can be seen in the distance. These long wars will come to a responsible end.

As they do, we must learn their lessons. Already this decade of war has caused many to question the nature of America’s engagement around the world. Some would have America retreat from our responsibility as an anchor of global security, and embrace an isolation that ignores the very real threats that we face. Others would have America over-extend ourselves, confronting every evil that can be found abroad.

We must chart a more centered course. Like generations before, we must embrace America’s singular role in the course of human events. But we must be as pragmatic as we are passionate; as strategic as we are resolute. When threatened, we must respond with force – but when that force can be targeted, we need not deploy large armies overseas. When innocents are being slaughtered and global security endangered, we don’t have to choose between standing idly by or acting on our own. Instead, we must rally international action, which we are doing in Libya, where we do not have a single soldier on the ground, but are supporting allies in protecting the Libyan people and giving them the chance to determine their destiny.

In all that we do, we must remember that what sets America apart is not solely our power – it is the principles upon which our union was founded. We are a nation that brings our enemies to justice while adhering to the rule of law, and respecting the rights of all our citizens. We protect our own freedom and prosperity by extending it to others. We stand not for empire, but for self-determination. That is why we have a stake in the democratic aspirations that are now washing across the Arab World. We will support those revolutions with fidelity to our ideals, with the power of our example, and with an unwavering belief that all human beings deserve to live with freedom and dignity.

Above all, we are a nation whose strength abroad has been anchored in opportunity for our citizens at home. Over the last decade, we have spent a trillion dollars on war, at a time of rising debt and hard economic times. Now, we must invest in America’s greatest resource – our people. We must unleash innovation that creates new jobs and industry, while living within our means. We must rebuild our infrastructure and find new and clean sources of energy. And most of all, after a decade of passionate debate, we must recapture the common purpose that we shared at the beginning of this time of war. For our nation draws strength from our differences, and when our union is strong no hill is too steep and no horizon is beyond our reach.

America, it is time to focus on nation building here at home.

In this effort, we draw inspiration from our fellow Americans who have sacrificed so much on our behalf. To our troops, our veterans and their families, I speak for all Americans when I say that we will keep our sacred trust with you, and provide you with the care, and benefits, and opportunity that you deserve.

I met some of those patriotic Americans at Fort Campbell. A while back, I spoke to the 101st Airborne that has fought to turn the tide in Afghanistan, and to the team that took out Osama bin Laden. Standing in front of a model of bin Laden’s compound, the Navy SEAL who led that effort paid tribute to those who had been lost – brothers and sisters in arms whose names are now written on bases where our troops stand guard overseas, and on headstones in quiet corners of our country where their memory will never be forgotten. This officer - like so many others I have met with on bases, in Baghdad and Bagram, at Walter Reed and Bethesda Naval Hospital – spoke with humility about how his unit worked together as one – depending on each other, and trusting one another, as a family might do in a time of peril.

That’s a lesson worth remembering – that we are all a part of one American family. Though we have known disagreement and division, we are bound together by the creed that is written into our founding documents, and a conviction that the United States of America is a country that can achieve whatever it sets out to accomplish. Now, let us finish the work at hand. Let us responsibly end these wars, and reclaim the American Dream that is at the center of our story. With confidence in our cause; with faith in our fellow citizens; and with hope in our hearts, let us go about the work of extending the promise of America – for this generation, and the next. May God bless our troops. And may God bless the United States of America.

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