miércoles, 19 de enero de 2011

2010-2020: Lo que nos dicen los ciclos – Parte II

Ricardo Roselló Nevares | Vocero.com

En la columna pasada, hablamos sobre los ciclos sociopolíticos, la necesidad natural de cambiar los sistemas para que se atemperen a las realidades contemporáneas, y el surgimiento de una “crisis” como el agente catalizador que propicia el cambio. Examinamos también cómo llegamos a la década del 2000-2010 aún cargando con un sistema ELA-colonial fallido y, precisamente por querer mantener con vida ese sistema, nuestro pueblo terminó la década pasada en total retroceso.

Pero, ¿qué de nuestro futuro ahora y en esta próxima década? Los datos nos indican que estamos en una crisis fiscal, demográfica, y ambiental. La primera y la segunda crisis son causa del sistema sociopolítico, aunque la demográfica también tiene un elemento de tendencia natural. La tercera es global. Existe igualmente el potencial para que se desarrolle una “cuarta crisis”, pero eso dependerá de lo que hagamos nosotros. Lo que es evidente es que si no hacemos nada, continuaremos en un precipitado espiral descendente. Como decía Edmund Burke: “Aquel que no aprende de su historia está destinado a repetirla”.

Para resolver nuestro dilema actual, tenemos que comenzar con la realización de que se necesita cambiar el sistema y la visión gubernamental. Veamos primero nuestra realidad demográfica. Por primera vez, Puerto Rico tiene una población decreciente. En décadas pasadas, hemos tenido éxodos grandes, pero la población total aumentaba porque el nivel de fertilidad siempre había sido muy alto. Como punto de referencia, en los 1960, cada mujer tenía un promedio de 4.6 hijos; hoy día sólo 1.8. La tendencia decreciente que vemos hoy no es numérica solamente, sino de tendencia, en el sentido de que se necesitan 2.1 hijos por familia para mantener una población estable. Además, la expectativa de vida es mayor, lo que significa que tendremos más envejecientes en la población… y menos jóvenes… lo que significa menos personas trabajando y más personas dependientes.

Del lado positivo, esto también significa que habrá espacio para cambiar varios de nuestros sistemas. Por ejemplo, el sistema de educación, en vez de enfocarse en cantidad de graduados, ahora se puede reestructurar a uno que produzca graduandos de calidad. Es una oportunidad para enfocar nuestros recursos de manera sin precedentes hacia nuestros niños y jóvenes, que son nuestro futuro, maximizando así el talento y potencial de cada individuo. Más aún, al enfocarnos en el contexto educativo, podemos desarrollar paralelamente la plataforma para que Puerto Rico se convierta en una incubadora de talento e innovación, que produzca las nuevas tecnologías e industrias que tendrán mayor demanda en las décadas venideras.

Hay quienes dicen que una crisis nunca se debe desperdiciar, porque la crisis misma es la que nos indica que existen problemas, y es la propia crisis la que fomenta nuevas soluciones. Por lo tanto, el desarrollo de tecnologías innovadoras sería en sí un trampolín que atendería la crisis fiscal.

Las posibilidades en este sentido son ilimitadas. Hay necesidades a nivel global y local que se pueden atender a base de innovación. Las fuentes de energía renovable caen dentro de estas posibilidades, como también los nuevos avances en la medicina. Ambas atienden una necesidad económica (mejor medicina, energía más eficiente), como también atienden la tercera crisis (global) ambiental. Para mí es fácil visualizar a puertorriqueños creando maneras más eficientes de generar energía, eliminar desperdicios, y hasta curar enfermedades. No hay razón para dudar del talento boricua. Sólo hay que crear el ambiente para que florezca de manera natural.

Implementar este concepto de hacer de nuestra Isla una incubadora de talento e innovación sería una cuádruple victoria para Puerto Rico en el sector fiscal: (1) daría una inyección a la economía (2) aliviaría un problema local que le cuesta millones al gobierno, (3) crearía trabajos, y (4) ayudaría al sistema académico en el ámbito investigativo. En el ámbito demográfico, también se disuadiría el éxodo al crearse más oportunidades en casa, y hasta se induciría la inmigración de talento. Y en el lado ambiental, estaríamos a la vanguardia en la creación de soluciones viables para el mundo entero. La misma crisis, ayuda a concebir la solución.

Lo que podemos crear como pueblo es ilimitado, pero sólo si alineamos nuestros recursos con las realidades que nos exigen los tiempos. De aquí nace la urgencia de erradicar ya, de una vez y por todas, nuestro sistema colonial. Esto lo podemos lograr en dos etapas. Primero, internalizando la realidad de que el status-quo necesita cambiar. Esto ya aparenta ser intuitivo y prevalece sobre diferencias partidistas; ya el 75% de los puertorriqueños entiende que es urgente hacer un cambio de estatus. Segundo, hay que enviar un mensaje claro a la metrópoli de que exigimos un cambio fundamental y apremiante.

Es aquí donde entra la “cuarta crisis”. Si queremos un cambio fundamental, tenemos que crear el ambiente para efectuarlo. Si entendemos que resulta imperante cambiar de status para progresar, tenemos que crear conciencia sobre esa crisis sociopolítica no tan sólo a nivel local, sino a nivel nacional.

Desde que se escribieron las palabras “…todos los hombres creados iguales…”, distintos sectores sociales de la Nación han tenido que luchar para ser incluidos en el sistema. Tanto los africanos como las mujeres, los asiáticos, aquellos ligados al comunismo, e inmigrantes de todo índole, han enfrentado el mismo dilema de falta de inclusión. Y para lograr ser incluidos se han propiciado crisis sociales que han impulsado los cambios positivos que, paso a paso, han creado la Nación que conocemos hoy. Nosotros los puertorriqueños somos ciudadanos americanos al igual que ellos. Y, al igual que ellos, no estamos incluidos de lleno en los procesos sociopolíticos de la Nación, y por ende tenemos que crear el ambiente para que el cambio suceda — tenemos que crear “la crisis”.

En el 1898, cuando Puerto Rico, Guam, y las Filipinas fueron cedidas a los Estados Unidos, la pregunta de su status político cobraba importancia máxima en el discurso y análisis político del momento. Legisladores, presidentes de universidades, jueces del Supremo, y hasta ex presidentes de la Unión abogaban por una solución a lo que llamaban “La pregunta de la hora”. ¿Por qué era tan importante para Washington, D.C. el status político de los territorios recién adquiridos? Porque retaba muchos de los preceptos medulares de la Nación: ciudadanía, igualdad, libertad. Es muy distinto ser una nación que incluía a todos sus territorios, a ser una que tenía colonias subyugadas… es decir, un poder imperialista.

En aquel entonces el asunto del status era tan apremiante como lo es hoy el de Salud Pública o la guerra en Afganistán. ¿Y hoy día? El debate sobre el status está, en esencia, muerto. La única manera para resolver el problema colonial es revivir ese fervor de “La pregunta de la hora” que se palpaba en el 1898, retando los preceptos de la Nación en cuanto a libertad e igualdad, tal como lo hicieron Martin Luther King y otros.

Es tiempo que Estados Unidos entienda claramente que en su propio suelo existen 4 millones de ciudadanos que no tienen derecho al voto federal. Ya es hora de que Estados Unidos pase a un ciclo de democracia total y reniegue su pasado imperial. Y que, como consecuencia paralela, Puerto Rico – por primera vez en su historia – rija su propio destino. Nuestros futuros están íntimamente ligados y llegó la hora de que, los dos juntos, demos el paso a una democracia donde “todos los hombres son creados iguales”.

Recién comienza nuestro viaje hacia el 2020. Podemos tomar la ruta hacia el conocido camino de decadencia y dependencia inevitable de la colonia, o podemos ir rumbo hacia un futuro donde seamos nosotros los que dictamos lo que pase. Confío que para el 2020, ya tengamos una resolución al problema. La iniciativa de hacerlo, está en nuestras manos.

Contacto: facebook.com/rossello.nevares

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