martes, 4 de enero de 2011

La Patria

Martes, 4 de enero de 2011

Por Phillip H. Arroyo
Presidente, Juventud Demócrata de Puerto Rico

Aun recuerdo aquella tarde solemne…

Aquella tarde donde compartía con mi abuelo, Don Alipio Arroyo Ramos en la terraza de su humilde hogar en el barrio Los Pollos, Sector La Luna en Patillas. En aquella simple terraza se encontraban dos sillitas de madera. Es allí donde abuelo se sentaba para reflexionar. Al ocupar la segunda silla, lo acompañé esa tarde mientras ambos conversábamos y apreciábamos la belleza del paisaje montañoso cuyo esplendor solo la produce nuestra patria. Es allí donde aquel hombre de cabello blanco, bigote acicalado y ojos claros, solía darme los mejores consejos e impartía su sabiduría. Un hombre trabajador y honesto, que le sirvió sobre treinta años orgullosamente a la Policía de Puerto Rico. Un hombre de pocas palabras y mucha humildad, que siempre nos enseño con el buen ejemplo. Cuando niño, es allí donde le pedía ansiosamente que me contara las historias del pasado.

La época de la guerra hispanoamericana, la época azucarera, los tiempos de Don Luis Muñoz Marín y Don Luis A Ferre y la industrialización eran solo algunos de los tópicos que solíamos discutir. Recuerdo como me daba aquel banquete de recuerdos históricos que me transportaban a esos tiempos, como si de una maquina de viajar atrás en el tiempo se tratara. Abuelo era seguidor del Partido Estadista Republicano, sin embargo nunca hablaba de política, cosa que encontré curioso. Siempre pensé que guardaba silencioso para mantener la unión familiar, o su ecuanimidad no lo llevaba a vociferar sus posturas políticas. Abuela Helena, era Popular, más extrovertida e hizo campaña desde chiquita recorriendo los campos de Patillas con Muñoz, lo que pudo haber sido otro factor por el silencio de mi abuelo. De hecho, nunca supe de la inclinación política de abuelo hasta que encontré una foto suya junto a otros líderes de barrio con la bandera del ya extinto Partido Estadista Republicano que luego se convirtió en el Partido Nuevo Progresista. Que muchas historias y recuerdos pude revivir junto a él durante esas tardes.

Sin embargo, en esta ocasión, abuelo lucia agotado, cansado, y pensativo. Su mirada parecía perderse entre la hermosura de aquel paisaje puertorriqueño….Una vista de las montanas del sur y el horizonte resplandeciente del mar azul ocasionaba que no se pudiera diferenciar del azul del cielo. Recuerdo el sonido de los gallos cantando, de las guineas corriendo entre el pastizal, de los pollitos corriendo detrás de las gallinas, y el viento fuerte pero sutil que soplaba aquella tarde y que ocasionaba que aquel cabello lacio de mi abuelo invadiera sus ojos. “¿En qué piensas en esta ocasión abuelo?”, le pregunté. “Hay mijo, descansando, descansando y pensando…. ¿Qué bello es Puerto Rico verdad?”, me preguntó. En ese momento llegó mi padre y se unió a nosotros desde la cocina donde Abuela había culminado de cocinar un buen arroz con habichuelas o como decía abuelo, “rais an bin” (rice and beans) utilizando la versión puertorriqueña del Ingles. Allí, tres generaciones de la familia Arroyo juntos compartíamos. De momento mi padre le preguntó a su padre, mi abuelo, “¿Qué te pasa papi?” ¿“En que piensas?” Luego de mirar fijamente hacia el horizonte del mar, abuelo emitió una oración lenta pero clara…. “Hace 20 años que no voy a la playa, me gustaría visitar el mar…” Mi padre y yo nos miramos y sin emitir una sola palabra accedimos a cumplir con el deseo de abuelo. A pesar de que ya no podía casi caminar, buscamos la manera de montar a abuelo en la guagua Astro Van que Papi tenía en aquel entonces y partimos hacia la Playa de Guardarraya, en Patillas. Mi hermano gemelo, Nikolas nos acompañó. Recuerdo haber sorprendido a mi abuelo mirando por el cristal de la guagua y disfrutándose la travesía. Pasamos por un puentecito del barrio Los Pollos, y recuerdo haber visto las casas humildes, algunas de ellas de madera y techos de zinc, personas tendiendo ropa, hombres con machete en mano limpiando los patios, niños corriendo bicicletas, y uno que otra persona vendiendo guarapo o quenepas bajo la sombra de un árbol Flamboyán. Cuando por fin llegamos noté una sonrisa que se desplegó por el rostro de mi abuelo. Al fin, habíamos llegado a su destino solicitado.

Mi padre se llevó astutamente una silla plástica que yo cargué con una mano mientras le aguantaba el brazo a mi abuelo con la otra. Mi padre y mi hermano Nikolas, hacían lo propio mientras caminábamos los cuatro hacia la orilla. Al llegar, abuelo nos pidió que lo soltáramos para que pudiera pararse por sí solo. Al acceder, aun mantengo vivo en mi mente aquella mirada de felicidad de mi abuelo mientras miraba el reflejo del agua y disfrutaba del sonido de las olas de nuestras costas sureñas… En ese momento, mi padre y yo ubicamos la silla plástica dentro del agua para que finalmente abuelo se sentara y disfrutara al máximo la riqueza del mar. Allí, papi, Nikolas y yo nos tomábamos turnos recogiendo agua entre nuestras manos y derramándola sobre la cabeza de abuelo. Su sonrisa se mantenía fija cuando de momento se tornó serio. Con sus ojos aguados, nos hizo señas para que nos bajáramos. Tenía algo que decirnos a los cuatro. Recuerdo como con sus manos frágiles y débiles nos agarró una oreja a mi hermano y a mí y nos dijo, “Estudien mijos, siempre sean honestos, siempre cuiden a sus familias, ayuden al prójimo y siempre recuerden hacer el bien.”

Al bajarse papi, abuelo agachó a su único hijo varón por la oreja y le dijo, “Has sido un buen padre, un gran proveedor para mis nietos y sobre todo un gran hijo…… Te Amo hijo.” La relación de mi padre y abuelo se había tornado distante desde que papi se unió al ejercito de nuestra nación, lo que levantó algunas ronchas a raíz del poco tiempo familiar compartido y la gran distancia geográfica entre la familia. Como toda familia, existían diferencias familiares. Por cuestión de hecho, no fue sino hasta los 12 años de edad que pude compartir con mi abuelo consistentemente ya que vivíamos en los estados unidos. Sin embargo, con las palabras de mi abuelo recuerdo haber notado una exhalación de alivio de mi padre. Quizás por fin recibió esa aprobación que nunca había recibido y la alegría de haber hecho las paces. Noté una lagrima recorrer una de las mejillas de mi padre y los cuatro nos confundimos en un gran abrazo bajo aquel sol al atardecer en las playas sureñas de nuestro Borinquén. Fue un gran día para mi abuelo y recuerdo cómo iba sonriente durante el camino de regreso a la casa.

Una semana después de aquella tarde inolvidable, mi abuelo falleció…

He decidido compartir este relato para expresar de una manera muy personal e íntima de lo que representa para mí la familia puertorriqueña y el amor a nuestra patria. He aprendido a través de mi corta edad que el significado de patria, realmente no se encuentra en ningún diccionario. La patria se refleja en nuestras familias, en nuestros árboles, en nuestros animales, en nuestros pueblos, en las personas que tenemos alrededor, en las enseñanzas de nuestros abuelos, en nuestras tradiciones, en nuestros campos, en nuestra gastronomía, en nuestra calidad humana y en nuestros valores. No existe mayor representación de patria, que la familia puertorriqueña. Hace unas semanas, el último informe del Negociado del Censo reveló que nuestra isla de Puerto Rico era una de solo dos jurisdicciones americanas cuya población había disminuido en comparación con el censo del año 2000. Es alarmante la gran cantidad de hermanos y hermanas puertorriqueñas que han abandonado la isla en busca de una mejor calidad de vida para ellos y sus familias, entre estos se encuentra mi familia inmediata entera. Lo más preocupante para mi es cuando pienso en todas esas familias puertorriqueñas que han sido divididas a raíz de esta fuga masiva de nuestro pueblo.

¿Cuántas relaciones mas como la de mi padre y mi abuelo se han visto afectadas a raíz del éxodo de nuestros hermanos y hermanas puertorriqueños al continente?, ¿Cuántos niños y jóvenes en Puerto Rico sufren, al tener que mudarse a los Estados Unidos continentales en busca de una mejor educación, y dejar atrás a sus amiguitos y amiguitas?, ¿Cuántos hijos se han despedido de sus madres llorosas antes de partir a una guerra impulsado por un Presidente que no podemos elegir y aprobada por un Congreso donde no tenemos representación equitativa y que precisamente los envía al fuego cruzado?, ¿Y qué me dicen de aquellos hijos de padres divorciados cuyos padres o madres trabajan en los Estados Unidos mientras que el otro vive en Puerto Rico porque no tiene los recursos para irse también?

Hermano y hermana puertorriqueño, esto no debe ser así. La reducción de la población puertorriqueña es un indicador preocupante de la división de la familia puertorriqueña y señoras y señores, si se divide la familia, se destruye la patria. Todos merecemos vivir en el lugar que nos vio crecer, en el lugar donde aguardamos nuestros más íntimos e inolvidables recuerdos de niñez. Como orgulloso joven puertorriqueño, no quisiera tener que abandonar la isla y dejar atrás la belleza y los recuerdos de mi isla, como los momentos vividos con mi abuelo que acabo de compartir. Recientemente, el Secretario de Estado de Puerto Rico, Honorable Kenneth McClintock señaló en una de sus numerosas columnas, la existencia del “Plan A “y el “Plan B” que hemos utilizado los puertorriqueños por décadas. El Plan A, representa la opción de quedarse en Puerto Rico a pesar de las dificultades e ir abonando al mejoramiento de nuestra patria colectivamente como pueblo. El “Plan B” representa la opción de abandonar la isla en busca de una mejor calidad de vida. Este señalamiento del Sr. Secretario de Estado, no puede ser mas cierta, y tengo que concordar con él al expresar que jamás y nunca debe de haber existido, ¡ni debe de existir un “Plan B”!

No hay duda que se hace latente y se requiere una introspección de cada puertorriqueño y puertorriqueña sobre el causante de este mal que mes tras mes, año tras año, divide más y más a nuestro pueblo y abona directamente al deterioro de Puerto Rico. Por eso es imperativo ir directamente a la raíz de ese cáncer social y extirparlo de una vez y por todas. Nuestras problemáticas económicas y sociales poseen ambos un denominador común que es creado por precisamente un problema político. Un problema político que la inmensa mayoría del pueblo jamás pensaba que iba tornarse problemático durante la década de los años cincuenta.

El llamado Estado Libre Asociado, nuestro actual estatus político, irónicamente le trajo mucho progreso y bienestar a Puerto Rico durante las décadas de los cincuenta y sesenta a través de la industrialización, sin embargo hoy continúa dando indicios de disfuncionalidad y se ha convertido en el catalítico y razón principal de la fuga masiva y la división de la familia puertorriqueña. De los pocos que pudo predecir y advertir en aquella época al indicarnos que el actual Estado Libre Asociado iba a decaer más adelante y que no representaba una relación permanente con los Estados Unidos fue precisamente Don Luis A. Ferre, ex Gobernador de Puerto Rico. Lo advertía durante una época cuando el ideal estadista era una súper minoría a gran diferencia de la súper mayoría de hoy. Antes que él, el Dr. José Celso Barbosa fue uno de nuestros más grandes visionarios o como se dice en el continente Americano “a man ahead of his time” llegando a expresar que ninguna relación colonial de Puerto Rico iba a ser positivo, funcional y permanente, ya sea bajo España o los Estados Unidos. Cabe señalar que Don Celso Barbosa murió 31 años antes de que se estableciera el Estado Libre Asociado.

Todo esto nos lleva a la conclusión de que se hace imperativa la toma de acción. Como expresó el ex Gobernador Pedro Rosselló cuando anunció su candidatura en el 1991, “Ha llegado el momento de hacer algo, o nos quedamos sin pueblo…” y como expresó nuestro actual Gobernador Luis Fortuño en el 2008, “ Esto tiene que cambiar!” Ahora nos toca juntos como pueblo tomar la acción correspondiente para determinar el futuro de nuestros hijos e hijas y las futuras generaciones de Puerto Rico! Nuestra legislatura y nuestro Gobernador han anunciado la posibilidad de llevarse a cabo un plebiscito en el 2011 ó 2012 donde el pueblo decidirá de una vez y por todas, nuestra identidad política. No existe mejor oportunidad para acabar con ese “cáncer” colonial que tanto ha dividido a la familia y tanto daño social ha generado durante las últimas tres décadas.

Solo existen dos opciones morales y respetables: la independencia como país soberano ó alcanzar la igualdad política, social y económica a través de la Estadidad. No existe ninguna otra alternativa…

Nos jugamos la vida hermano y hermana puertorriqueño. Pero peor aún, nos corremos el riesgo de perder la patria y tener que observar la isla con ojos llorosos desde la ventana de un avión en ruta de éxodo hacia los Estados Unidos.

Yo confío en la sabiduría de nuestro pueblo… Yo confío en nuestra gente, ¡Vamos al rescate de la familia puertorriqueña!

Solo así, estaremos haciendo verdadera patria...que Dios bendiga a nuestro Puerto Rico.

“La patria no es bandera, ni es himno, ni es ruido. La patria es esfuerzo creador, es sentido de responsabilidad social, es respeto a la razón y es amor a la libertad”
– Don Luis A. Ferre, ex Gobernador de Puerto Rico

En dedicación a mi abuelo Don Alipio Arroyo Ramos y mi hija Camila Zoé.
Siempre daré la batalla por ella y por Puerto Rico…Que así me ayude Dios.

1 comentario: