jueves, 27 de enero de 2011

Cuando se Pierde la Batalla y se Juega la Guerra

Por Gabriel E. Laborde
Ex- Presidente del CGE - UPR - Río Piedras

No todas las batallas terminan costando la guerra, pero algunas si.

Foto: Archivo: ENDI
Cuando salimos en junio de aquella batalla de dos meses en junio, se salió con una victoria que en nada tiene que ver con la cuota que retrasamos ni la certificación que derogamos, si no con la imagen de los estudiantes. Anteriormente he abundado sobre esa imagen de un estudiante pacífico, que resistió a la provocación y que supo condenar las cosas que había que condenar.

En diciembre se decidió iniciar otra batalla a pesar de las considerables grietas provocadas por la manera en que parte del denominado liderato estudiantil buscó impulsar su agenda. Estas tácticas consistieron de aislar las personas que diferían y pintarlas como el enemigo consiguiendo que en ocasiones pareciera que estaban del otro lado, cosa que puso apáticos a muchos estudiantes y consiguió molestar otros. Eventualmente se siguió adelante con esa segunda batalla.

Ya se ha hablado mucho sobre las fallas de esa segunda batalla. Ante la imagen negativa con la que se veía a los huelguistas tras la manera tan atropellada en la que se impuso e implanto el paro y la huelga, el país despierta con las imágenes de los encapuchados rompiendo cristales, tirando pupitres a la calle y el liderato del paro justificando la violencia. El paro terminó y la segunda batalla tomó un giro inesperado, las acciones, que nuevamente insisto fueron justificadas por el liderato del paro, llevaron a la administración y el gobierno a tener la perfecta excusa para que la policía entrara y así fue.

Ante un recinto que parecía cualquier ciudad iraquí en el 2005, una semana después empezó de lleno la segunda batalla cuando los estudiantes comenzaron a protestar dentro del recinto. La imagen del estudiante en la huelga siguió decayendo, irrumpieron en salones de clases a tirar bombas de humo y provocaron motines durante los últimos días de clase del 2010. El liderato estudiantil justificó las acciones y la presencia de encapuchados, siguió decayendo la imagen de los estudiantes.

El año termino pero el semestre no, y a la continuación de este a principios de enero el liderato de la huelga permitió que encapuchados con escudos improvisados encabezaran otra manifestación que termino en un motín en el Centro de Estudiantes. Esas fotografías no fueron nada bonitas y consiguieron recordarle a todos lo que muchos habían olvidado de los últimos días de clase de diciembre. La imagen de los estudiantes toco fondo sin posibilidades de recuperarse y fue ahí finalmente que los lideres de esta huelga se dieron cuenta que iban por mal camino, que habían jugado todas las fichas mal, que le dieron a la administración lo que quería, que entregaron la universidad en bandeja de plata al gobierno y que destruyeron todo por lo que miles de estudiantes antes que ellos habían luchado y ya era tarde.

Fue precisamente cuando ya era tarde que decidieron cambiar la estrategia, cuando ya había pasado tiempo y cuando la opinión pública los tenía por el piso. Las tácticas usadas en las pasadas semanas no han logrado nada más allá de arrestos y parecería la reacción de un grupo desesperado, tirando lo que les queda. A pesar de que si, en efecto hay muchos molestos con el gobierno, también miran con desprecio las tácticas utilizadas por los estudiantes que más allá de molestar la policía y demostrar sus a veces absurdas tácticas y medidas, afectan a ciudadanos comunes y corrientes que nada tienen que ver con el gobierno.

En resumen, durante esta batalla no solo les impusieron la cuota, si no que no supieron fiscalizar la repartición de los $30,000,000 de la legislatura cuando lo que procedía era buscar que se repartieran de la manera indicada (que en última instancia no fue así). To top that off se ha perdido el apoyo de la opinión pública, la tradición del campus sin policía y se ha ganado que el gobierno impulse una reforma universitaria, mientras el llamado movimiento estudiantil (que interesantemente incluye personas que no son estudiantes y excluye a muchos estudiantes) excluye al estudiante que difiera y lo pinta como que es “pro-administración”.

Pero el movimiento estudiantil sigue dando la lucha y peleando una batalla en la que ya no hay nada que ganar pero mucho que perder. ¿Qué se puede perder? Pues en el párrafo anterior se menciona que el gobierno impulsara una reforma universitaria y si se sigue gastando fuerzas en esta batalla perdida, en donde se sigue perdiendo terreno constantemente, no quedarán fuerzas para esa batalla que tan importante será.

Hace tiempo la huelga debió acabar, pues desde el principio fue un fiasco, pero ahora que ya no queda nada, que miles pagaron la cuota, que se repartieron los $30,000,000, es hora de dejar las armas, aceptar la derrota y trabajar por el futuro.

El futuro traerá un gran reto, pues hay que construir esas rupturas entre estudiantes creadas por el afán de un sector de impulsar una huelga, en donde insultaron compañeros, irrumpieron sus clases, los aislaron, los acusaron de traidores. El liderato estudiantil no puede seguir promoviendo la división y la intolerancia y mucho menos puede ser eco de ella. Las actitudes que se vieron antes y durante la huelga tienen que desaparecer en pro de la unión. Mucho se promueve la diversidad, pero aparentaría que son enemigos de la diversidad de opiniones y eso solo ayuda a la destrucción y el fracaso que hemos visto en los últimos dos meses.

Estará presente el reto de volver a construir una imagen pública positiva, el cual no será fácil, pero a la cual la reconciliación del estudiantado ayudará. Esa imagen no se va a reconstruir a través de desobediencia civil ni de protestas, si no de propuestas que no sean opacadas por la violencia, de cabildeo que no sea opacado por el descontrol y por diálogo y comunicación que no sea opacado por las amenazas.

Junto a eso, el movimiento tendrá unas preguntas finales. ¿Dejaremos que nuevamente organizaciones políticas vengan con las fracasadas tácticas y propuestas de afuera y las impongan sobre los estudiantes? (Ver: Juventudes Socialistas, Organización de; y Socialista Internacional, Organización). ¿Dejaremos nuevamente que los mismos estudiantes que llevaron esta batalla a su fracaso, lideren la próxima? ¿Adoptaremos las mismas tácticas que fracasaron? ¿Volveremos a recurrir a la violencia y la confrontación?

Honestamente, creo que la próxima vez debemos optar por la organización y la diplomacia, excluyendo las organizaciones políticas, la violencia y el exclusivismo que se ha apoderado del movimiento estudiantil. Solo así podremos asegurarnos que esa próxima batalla haga bien y no mal, construya y no destruya.

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