miércoles, 19 de enero de 2011

El beneficio práctico de la descolonización VII: La oportunidad del crimen

Dr. Ricardo Rosselló Nevares | VOCERO



Los altos niveles de crimen y la degradación social en las colonias han sido documentados por historiadores y confirmado por científicos sociales. Experimentos en territorios descolonizados, como la isla vecina de St. Vincent, han estipulado cómo la violencia y la tendencia criminal han disminuido significativamente luego del proceso descolonizador (Austin, 1983). Estos estudios también apuntan a dos factores en las colonias que inciden en los altos niveles de criminalidad: 1.) la falta de recursos del individuo, que lo induce a actuar de manera agresiva; 2.) la falta de opciones de desarrollo socioeconómico, lo que obliga a muchos a considerar el crimen como su única salida o mecanismo para mejorar su estatus social ante sus iguales, alcanzar cierto respeto y/o lograr remuneración económica.

En el caso de Puerto Rico, ¿Son evidentes los enlaces estipulados entre el colonialismo y la alta incidencia criminal? ¿Cuáles son las condiciones y la necesidad en Puerto Rico que inducen al crimen? ¿Qué oportunidades alternas existen? ¿Cómo comparamos con otras jurisdicciones?

Como modelo sencillo de análisis, el concepto que impera es el de riesgo y recompensa. Cuando un individuo toma una decisión, la evalúa en el contexto de cuánto puede ganar, pesado contra lo que puede perder. Esa decisión depende de (1) las condiciones particulares, (2) la necesidad de tomar la decisión, y (3) la oportunidad de hacerlo. Consideremos dos casos. Primero, si un individuo está ponderando robarse un producto, teniendo una necesidad increíble, observando que no hay nadie para evidenciar su robo, y sabiendo que si lo detienen, las consecuencias son mínimas, se le hace más fácil robar. Comparemos esto con un segundo individuo que no sufre de necesidades, entra a un comercio vigilado, y sabe que las consecuencias de sus acciones delictivas pueden ser nefastas. Se deduce lógicamente que el primer individuo tiene todo el incentivo para robar (necesidad alta; riesgo bajo), mientras que el segundo tiene incentivo para desistir (no hay necesidad; alto riesgo).

En Puerto Rico, las condiciones sociales tienden a favorecer a aquél primer individuo. En nuestra última columna hablamos de la disparidad social y cómo está correlacionada con la alta criminalidad (somos 15 en el mundo en términos de disparidad social). También, hemos visto cómo el sistema público educativo produce un desempeño académico sub-básico en más del 90% de los estudiantes, y rinde estudiantes preparados para la universidad en sólo el 1% ó 2% de los casos. La deficiencia en la educación les da pocas herramientas a los estudiantes y limitan sus oportunidades. Y esta carencia se magnifica ante el panorama económico en el que nos encontramos, uno donde existen pocas oportunidades (sólo 4 de cada 10 puertorriqueños forman parte de la fuerza laboral), y aquellos que tienen trabajo, no les rinde suficiente para pagar sus necesidades. Esta poca oportunidad crea condiciones de alta necesidad, y satisface las características que enlazan los niveles de criminalidad y la condición colonial.





No debe ser sorpresa entonces que el Puerto Rico colonial se encuentre entre las primeras 10 jurisdicciones en el mundo en homicidios; 3ra. en homicidios por jóvenes. Esto es muchísimo más alto que cualquier lugar en los Estados Unidos (tres veces más alto que el promedio nacional). También, estamos entre las primeras en violencia doméstica generalizada, y número 1 en el mundo en víctimas asesinadas por su pareja (14.10/millón, Informe Internacional de Violencia Doméstica). Si le añadimos a esto el ascenso en incidencias criminales en los planteles educativos, y el patrón creciente en otros tipos de delitos, vemos una tendencia tenebrosa que puede descontrolarse fácilmente.

En cuanto a los que sirven, protegen, y velan por la ley y orden, nuestros policías son los peores remunerados en la nación. Además, el entrenamiento y la tecnología a su disposición son anticuados, lo que los pone en una desventaja significativa ante el criminal. Esto crea el ambiente para motivar inclinaciones criminales, ya que disminuye para los delincuentes el riesgo de ser atrapados.

En la colonia de Puerto Rico, la evidente ausencia de oportunidades ha limitado las opciones de progreso para nuestros niños y clase trabajadora. Por tanto, las expectativas más prevalecientes para muchos ciudadanos en estos grupos son una vida de dependencia (el famoso “mantengo”) o una vida de crimen. Y entre las opciones que ven disponibles, aunque tiene un riesgo mayor, el crimen ofrece mayor recompensa.

Existen soluciones. Tenemos que atender los sectores sociales que impactan o son impactados por el crimen con el propósito de crear opciones reales, minimizar la necesidad y aumentar el riesgo que conlleva una vida criminal. Podemos: (1) revitalizar el Fideicomiso del Niño para invertir en el desarrollo del individuo a temprana edad; (2) maximizar el impacto de los fondos federales a fin de aumentar el tiempo contacto en el salón de clases para los niños; (3) crear programas de educación continua y talleres para mantener a nuestra clase trabajadora a la vanguardia de los nuevos mercados globalizados; (4) aumentarle el sueldo a los policías e incentivarlos de manera proactiva; requerirles educación y proveerles adiestramiento moderno para combatir el crimen; (5) subir las penalidades para disuadir el crimen; (6) fomentar un terreno fértil para industrias innovadoras, aumentando así la cantidad y diversidad de oportunidades de negocio y crecimiento económico en Puerto Rico. También tenemos que (7) trabajar agresivamente en programas de prevención. ¿Por qué? Porque mantener a un criminal en prisión cuesta dinero. Se estima que una de cada 17 personas en Puerto Rico estará algún tiempo en prisión, lo que le cuesta al erario sobre $60,000 anuales por cada confinado – más de 5 veces el salario promedio, y aproximadamente el costo de educar entre 10 y 12 niños en Puerto Rico por un año. Como dice el conocido refrán, más vale educar a un niño hoy, que mantener un criminal en el futuro.

Pero yo diría que un paso aún más fundamental en nuestra lucha contra el crimen estriba en eliminar, de una vez y por todas, el propio sistema colonial que limita las opciones de verdadero progreso para nuestro pueblo. Al ser colonia, por definición, estamos más propensos a ser una sociedad violenta y criminal.

Esto no significa que al eliminarse el ELA se elimina el crimen automáticamente. Pero lo que sí es cierto es que, para su supervivencia y en su diseño, la colonia del ELA depende de bajos niveles de educación, altos niveles de dependencia y del inmovilismo del pueblo, todos ellos factores que crean un terreno fértil para la alta actividad delictiva. Aquí el punto fundamental: Cualquier país puede tener alta incidencia criminal basada en los factores discutidos, pero ellos tienen el poder para enfocar sus esfuerzos a reducirla y encaminar su destino. En la colonia, no tenemos esa opción; somos un sistema dependiente que se caracteriza por la desigualdad social, alta necesidad, y pocas oportunidades. Por ende, si queremos tomar control de nuestro ambiente y reducir dramáticamente la tendencia alcista que vemos en el crimen, es tiempo no sólo de implantar las soluciones que proponemos aquí, sino también llegó la hora de erradicar el sistema colonial del ELA que entorpece nuestro desarrollo social.

Por tu seguridad y la de los tuyos, tenemos que escoger entre quedarnos rezagados en un sistema que corroe la propia fibra de nuestra sociedad, o definirnos finalmente por un futuro distinto, lleno de oportunidades para los puertorriqueños. La decisión está en nuestras manos.

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Estaré aceptando a través de mi página en Facebook (www.facebook.com/rossello.nevares) sugerencias de temas relacionados que quieras discutir.

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