sábado, 22 de enero de 2011

Fortuño: Puerto Rico: Punto de Encuentro y Confluencia entre las Culturas de Occidente

El pasado 21 de enero, el Gobernador Fortuño pronunció un discurso final en la Universidad de Valladolid que expresa, en forma detallada, la ideología estadista del siglo XXI con la misma claridad y certeza que lo pronunciara el Gobernador Ferré 40 años antes.  Aunque extenso, este mensaje merece la lectura y la atención de todo estadista.

Kenneth D. McClintock
22 de enero de 2011


Mensaje del Gobernador de Puerto Rico
Luis G. Fortuño
Aula Paraninfo, Palacio de Santa Cruz
Universidad de Valladolid
21 de enero de 2011

Puerto Rico: Punto de Encuentro y Confluencia entre las Culturas de Occidente

Muchísimas gracias y muy buenas tardes a todos.

Introducción
Hoy, en Santervás de Campos, hemos celebrado un acto de sencilla belleza y extraordinaria importancia y significado para todo el Pueblo de Puerto Rico.

Hasta esa comarca de Valladolid, cuna de Juan Ponce de León, primer Gobernador de Puerto Rico, nos hemos trasladado hoy para rendirle tributo y reconocer su gesta en el marco de la conmemoración del V Centenario de la Gobernación de Puerto Rico.

“Soldado en Granada, Capitán de la Española, conquistador y Gobernador de San Juan de Borinquen, descubridor y primer adelantado de la Florida; mílite valeroso, diestro caudillo, vasallo leal, probo administrador, padre amantísimo y colono laborioso y consecuente… de cuyo linaje Hidalgo fueron limpia ejecutoria sus bizarros hechos…”. Así reza la lápida bajo la cual descansan sus restos en la Catedral de San Juan.

Hoy en Santervás, por generosísima iniciativa de su alcalde, D. Santiago Baeza, hemos develado en la tierra que le vio nacer la efigie de este insigne vallisoletano quien, por sobre todos los otros, merece el título de fundador de la familia y sociedad puertorriqueñas.

Como Gobernador de Puerto Rico —humilde eslabón contemporáneo de una cadena ininterrumpida a través de cinco siglos de historia de lo que es sin duda la institución de gobierno más importante en nuestra isla— y a nombre de todo el Pueblo de Puerto Rico, agradezco a Santervás, a Valladolid y a España por el regalo que nos hicieron hoy en conmemoración del que nos hicieran hace quinientos años.

Inspirado por esta conmemoración de tan emotiva resonancia para todos nosotros, agradezco la oportunidad que me brindan esta tarde de compartir con ustedes una breve reflexión sobre Puerto Rico como frontera  —y por lo tanto, punto de encuentro y confluencia— entre las dos grandes culturas de Occidente.

Estamos tan acostumbrados al hecho histórico que fue Juan Ponce de León, que pocas veces reflexionamos sobre el significado que tiene el hecho de que el primer gobernador de Puerto Rico nació en una comarca de Valladolid que queda a miles de kilómetros de San Juan.

Nuestro Secretario de Estado, Kenneth McClintock Hernández —quien nació en Londres, aunque no por ello adquirió la ciudadanía británica— aprovecha ese hecho a menudo para argumentar, ante las miradas perplejas de su audiencia, que fue un puertorriqueño quien descubrió y colonizó el estado de la Florida.

Kenneth plantea que si el hecho de haber nacido en Londres no le descalifica a él como puertorriqueño, ¿por qué habría de descalificar a Juan Ponce De León como puertorriqueño el hecho de haber nacido en España?

La humorística ocurrencia nos ayuda a comprender que vivimos en un mundo en el que quiénes somos ya no está definido por el lugar en que nacemos o el idioma que hablamos.

Puerto Rico
Hace unos años, siendo miembro del Congreso de los Estados Unidos, la gerencia del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria me pidió que, junto a otros 150 puertorriqueños, describiera cómo concebía “la esencia de Puerto Rico” en un libro de título homónimo que el Grupo BBVA publicó en ocasión de celebrarse 150 años de su fundación.

Escribí entonces que las manifestaciones de nuestra esencia como pueblo se asemejan a las piezas de un mosaico. Aunque cada pieza que lo compone posee belleza y luminosidad, el mosaico no puede ser entendido observando sólo una de sus piezas. Asimismo, aunque cada manifestación de nuestra esencia es importante y única, Puerto Rico no puede ser entendido a través de sólo una de sus manifestaciones.

“Puerto Rico es una obra en progreso en la cual la riqueza de nuestra historia no define nuestro destino, la firmeza de nuestras raíces no nos ata al pasado y la reafirmación de nuestra hispanidad va de la mano con nuestra participación en una nación que cada día hace mayor despliegue de su vocación multicultural.

Nuestro espíritu no es raza, no es entorno geográfico, no es lengua, ni es música, pero se expresa y manifiesta a través de ellos. Y ese espíritu, que trasciende las señas y manifestaciones de nuestra identidad, nos une, nos acerca, y nos hermana a la América hispana al mismo tiempo que enriquece con su aportación a la nación de la cual somos ciudadanos.

“Y así aportamos al quehacer de los Estados Unidos de América en la confianza y seguridad de que las manifestaciones de lo que nos distingue como pueblo no son la negación de lo que nos une como ciudadanos.

“Pero ante todo, nuestra esencia se manifiesta a través del afán por el conocimiento, la constante búsqueda de mayores y más altos logros colectivos, la fe en nosotros mismos, el orgullo por lo que somos, la compasión por nuestros semejantes, el rechazo a la injusticia, y la fidelidad a los más altos valores humanos.”

Y es así como yo concibo la esencia de Puerto Rico.

Puerto Rico es una comunidad de más de 8 millones de ciudadanos americanos, la mitad de los cuales reside en la Isla, mientras que la otra mitad vive en diversos estados de la Unión. Un pueblo profundamente orgulloso de su herencia histórica y cultural el cual, a 112 años del cambio de soberanía y a 93 años del otorgamiento de la ciudadanía americana, habla en español y frecuentemente se refiera a España como “la Madre Patria”.

Al celebrar hoy los 500 años de la instalación de Juan Ponce De León como primer gobernador de Puerto Rico —y cuando celebremos en el 2013 el quinto centenario de su descubrimiento de la Florida y, por ende, de los Estados Unidos continentales, gesta que emprendiera precisamente desde Puerto Rico— destacamos el hecho de que en Estados Unidos los hispanos somos una fuerza cada vez más pujante y que la lengua española no es el legado de un pasado distante sino una parte cada vez más importante del presente cultural de los Estados Unidos.

Así pues, la celebración de este Quinto Centenario nos ofrece la oportunidad de fortalecer los vínculos no solamente entre España y Puerto Rico, sino entre España y todo Estados Unidos destacando el multiculturalismo como valor fundamental común a ambas naciones.

Estados Unidos
Desde su propia época colonial, Estados Unidos siempre ha sido una nación de indiscutible diversidad cultural. Pero lo que ha ocurrido durante los últimos 20 años con los hispanos y la lengua española en particular es verdaderamente sorprendente. La hispanidad vive ahora en los Estados Unidos como ha vivido en las otras Américas por cientos de años.

El aumento en la población hispanoamericana en Estados Unidos ha sido tal que hoy en día casi una cuarta parte de los americanos son de origen hispano. El impacto de este hecho en la fibra social y cultural del país es innegable. Un informe reciente del Modern Languages Association señala que hay 800,000 estudiantes de español en las universidades americanas, y que tal suma es mayor que todos los que estudian otros idiomas extranjeros.

Hace algún tiempo, en el programa Ocurrió Así de Telemundo—una de las dos cadenas nacionales hispanas de Estados Unidos—Joselyn Katz entrevistó en vivo desde Los Ángeles a Fernando Trueba, Director de la película Belle Epoque, que en 1992 ganó el Oscar de Hollywood a la mejor película en idioma extranjero. “¿Qué le puedes decir a todos los cineastas que muchas veces dudan en realizar cine en español pensando en las limitaciones que eso significa?” le preguntó la tele-periodista. A lo cual Trueba contestó:

“Bueno yo creo que el español es una lengua muy importante.  Es una lengua muy importante no sólo en España y en América, en Centroamérica y en Latinoamérica sino también aquí en Estados Unidos. ¿No? Y... lo que yo digo siempre [es] que algún día quizá el Oscar éste que ahora se llama de foreign language pues alguna vez eso va a tener que cambiar porque yo no creo que el español sea un foreign language en este país.  Creo que es una lengua nacional de alguna manera porque se habla en todas partes.”

Yo estoy de acuerdo con Fernando Trueba: en Estados Unidos el español no es un idioma extranjero.

Para muestra un botón. Desde el año 2000 hemos tenido una serie animada de televisión—Dora the Explorer—protagonizada por Dora Márquez, una niña hispana que les enseña a los niños angloparlantes de todos los Estados Unidos palabras y frases en español mientras aprenden matemáticas y otras destrezas. Otros ejemplos abundan.

Los hispanos en los Estados Unidos han recobrado la Florida y el Oeste americano para la hispanidad. En la Florida central los puertorriqueños dominan las elecciones y, por la característica del estado de votar lo mismo a los demócratas como a los republicanos —el estado balancín— los puertorriqueños se han posicionado como un elemento decisivo en las elecciones estatales y nacionales.

Otro fenómeno más reciente es que ya se observa la integración de los hispanos en la corriente política americana. En las elecciones congresionales de noviembre, Raúl Labrador, un puertorriqueño nacido en la Isla, fue electo representante al Congreso de los Estados Unidos por un distrito del estado de Idaho con una población que no tiene más de un puñado de boricuas, muy lejos de las concentraciones de población puertorriqueña del Este y Mediano Oeste. Raúl se une, así,  a tres congresistas puertorriqueños que representan distritos más tradicionalmente hispanos en las ciudades de Nueva York y Chicago.

Este año, dos méxicoamericanos fueron electos gobernadores: Susana Martínez en Nuevo México y Brian Sandoval en Nevada. Y Marco Rubio, nacido en Cuba y recién electo Senador por la Florida, se perfila como posible candidato a la Vicepresidencia.

De ser una minoría desposeída, silente, sin influencia y al margen de la vida política de los Estados Unidos, los hispanos nos hemos convertido en un electorado no ya influyente sino crucial en el balance de poder político de la Nación.

Y la influencia hispana en las más altas esferas del poder constitucional americano no se limita a la política. Desde el 2009 Sonia Sotomayor, una mujer nacida en Nueva York de padres puertorriqueños, es uno de los 9 jueces del Tribunal Supremo de los Estados Unidos.

La Nación ha cambiado… hasta el Presidente Barack Obama —nacido en Hawaii de padre keniata y madre de Kansas y criado en Indonesia— es quizás el símbolo más dramático de la diversidad cultural de los Estados Unidos.

Puerto Rico, puerta de USA
En 1980 un anuncio de Iberia en el diario ABC proclamaba “Puerto Rico es la puerta de USA. Yo tengo allí mis negocios.”

Treinta años más tarde, nuestra visita a España esta semana —amén de la conmemoración del V Centenario de la Gobernación de Puerto Rico— ha tenido un destacado propósito como misión económica multisectorial: hemos venido a reposicionar a Puerto Rico como la puerta de la inversión española en Estados Unidos. Y para ello destacamos con orgullo la realidad jurídica, política y económica de Puerto Rico como parte de Estados Unidos reafirmando al mismo tiempo todo aquello que nos une a España.

Parte de nuestra esencia como puertorriqueños es nuestra ciudadanía americana. Y es que ser política y jurídicamente parte de los Estados Unidos no cambia la esencia de Puerto Rico porque,  y cito: “no sólo es patria la tierra donde se nace. Nuestras libertades y derechos son patria también.”

La mejor forma de entender este pensamiento es conociendo la insigne figura en la historia política puertorriqueña que escribió esas palabras. Me refiero a José Celso Barbosa y Alcalá.

Entender a Barbosa es entender que la búsqueda de la plena participación de Puerto Rico en la unión política de los Estados Unidos de América no significa una renuncia de nuestra esencia hispana. Barbosa mantuvo el mismo ideal a través de toda su vida. Durante la época de España le llamó la autonomía de la provincia y con los Estados Unidos le llamó la estadidad.

Barbosa nació en Puerto Rico en 1857, bajo el reinado de Isabel II, tiempo en el que la monarquía parlamentaria regía las provincias de ultramar por medio de leyes especiales. De humilde cuna, fue el primer hombre de raza negra en asistir al prestigioso Seminario Jesuita de Puerto Rico.

Se graduó de medicina de la Universidad de Michigan en 1880 con las más altas calificaciones de entre todos los miembros de su clase, entre ellos uno de los hermanos Mayo que luego fundaría la prestigiosa Clínica Mayo en Minnesota.

Fue Barbosa durante la época de España un republicano convencido. En 1887 fue delegado fundador del Partido Autonomista Puertorriqueño y miembro de su directorio político en 1894.
En 1897 cuando el Partido Autonomista Puertorriqueño cambió su nombre al Partido Liberal Fusionista, Barbosa ayudó a fundar el Partido Autonomista Histórico u Ortodoxo. Este movimiento político fue el producto de la escisión provocada en el autonomismo puertorriqueño bajo la soberanía española cuando Luis Muñoz Rivera pactó con Práxedes Mateo Sagasta para que el Partido Autonomista Puertorriqueño se convirtiera en una extensión del Partido Liberal Fusionista de la península.

Mientras se encontraba en Michigan, Barbosa desarrolló una profunda admiración por los principios que fundamentan el sistema político americano. Observó que Thomas Jefferson había instado a su sobrino a aprender español debido al papel que dicho idioma había jugado en la formación de la Nación. También fue gran admirador de Abraham Lincoln, emancipador de los esclavos en los Estados Unidos y campeón de los valores que le permitieron a Barbosa la oportunidad de llegar a ser doctor en medicina a pesar del color de su piel, algo impensable en su Puerto Rico natal.

Por eso con el cambio de soberanía, a Barbosa le resultó absolutamente natural hacer de Estados Unidos su patria legal manteniendo a Puerto Rico como su patria natal.

Ese concepto de la patria dual —la natal y la jurídica— se remonta a la Roma precristiana. En un pasaje de su tratado sobre Las Leyes, Marco Tulio Cicerón, de paseo por su tierra natal de Arpino junto a su discípulo y amigo Ático, le explica a éste como Arpino y no Roma era su “verdadera patria”.

Arpino había sido conquistado por Roma casi 200 años antes de que naciera Cicerón y sus habitantes recibieron la ciudadanía romana. Por lo tanto, Cicerón era ciudadano romano de pleno derecho.

 “¿Tenéis acaso dos patrias?”, le cuestiona Ático. “¿No tenemos una sola patria común?”  A lo cual Cicerón le responde: “Yo digo que... todos los ciudadanos de los municipios tienen dos patrias, de las cuales una es natural y otra es legal.”  Para Cicerón su lazo con Arpino era de naturaleza esencialmente afectiva mientras que su vínculo con Roma era principalmente cívico-político sin que por ello hubiera conflicto entre ambos.

Hoy, 21 siglos más tarde, los puertorriqueños podemos decir con orgullo que Puerto Rico es nuestra patria natal, que como ciudadanos americanos Estados Unidos es nuestra patria legal y que, como hispanos España ha sido, es, y seguirá siendo, nuestra madre patria.

Ese concepto de la patria dual está enraizado en la Constitución misma que le da a los Estados Unidos su estructura federativa; una constitución que asegura el balance y armonía de lealtades hacia las dos patrias, aunque haya hecho falta librar una cruenta Guerra Civil para dirimir el asunto de manera definitiva.

Así lo entendía Barbosa, quien en 1907—luego del cambio de soberanía de 1898 pero antes del otorgamiento de la ciudadanía americana a los puertorriqueños en 1917—escribía sobre las ventajas del sistema federal de gobierno:

"el ciudadano americano puede obedecer sin conflicto las leyes de la ciudad donde vive, del estado a que pertenece la ciudad y de la Nación; ciudad, estado y Nación tienen señalados los límites de su acción, que asegura la independencia del gobierno local en todo lo que a la vida local corresponde, y aseguran la unidad nacional en todo lo que interesa para el bien de la patria común."

"La fórmula constitucional adoptada ha sido maravillosa en sus resultados;... A ella se debe que el sentimiento regional nunca este en conflicto con el sentimiento nacional."
En el marco constitucional americano los estados son soberanos y se reservan el poder sobre aquellos asuntos que no han delegado al gobierno federal. Aunque Puerto Rico no es un estado de la Unión americana, su constitución está modelada según las de los estados. Por eso el Gobierno de Puerto Rico dispone, por ejemplo, sobre la educación pública como lo hacen los gobiernos estatales. Asimismo, la Constitución de los Estados Unidos no dispone un idioma oficial. Por eso Puerto Rico, al igual que los estados, puede legislar sobre sus idiomas oficiales. Y, en efecto, en Puerto Rico ambos el español y el inglés son idiomas oficiales.

La ciudadanía americana no está reñida con nuestra puertorriqueñidad porque nuestra lealtad a Estados Unidos y el amor por Puerto Rico pertenecen a dos ámbitos distintos de nuestro ser. Se puede ser puertorriqueño de corazón y americano por convicción.

No hay que ser un proponente de la admisión de Puerto Rico como estado la Unión americana para pensar como Barbosa. Allá para mediados del siglo pasado, Luis Muñoz Marín, el primer gobernador constitucional de Puerto Rico, tampoco encontraba conflicto entre la ciudadanía americana y su puertorriqueñidad.

Muñoz Marín entendía que para ser campeón de las causas puertorriqueñas no había que denigrar ni repudiar la ciudadanía americana que su padre, Luis Muñoz Rivera, ayudó a conseguir en el Congreso para todos los puertorriqueños.

Por eso Muñoz Marín propuso ante el Congreso el nuevo cuerpo político que quedó constituido en 1952, definiéndolo, y cito del récord del Congreso de los Estados Unidos, como: “una comunidad de ciudadanos americanos que deberá tener aquel nombre que sea apropiado y gobernarse a sí mismos plenamente en sus funciones locales de gobierno bajo la Constitución Federal.”

Muñoz Marín tuvo puntos de vista diferentes en distintos momentos de su vida política, pero en el discurso que pronunció al cierre de la Convención Constituyente hizo estas reveladoras expresiones sobre su concepción de los puertorriqueños como ciudadanos americanos:

“Yo no concibo cómo se puede ser aquí proamericano.  Ser proamericano sería estar a favor de un ser superior americano por parte de un ser inferior que no es americano.  Yo lo que concibo aquí es que nosotros somos americanos, no proamericanos.  Y que lo somos específicamente y ampliamente, en el sentido de la Unión Americana y en el sentido de la cultura y de la historia del Hemisferio Americano entero, del continente entero americano.”

“Y es de esa manera que, como todos los buenos ciudadanos, nosotros enriquecemos la ciudadanía de los Estados Unidos, además de llevarla por dentro con orgullo, y además de enriquecernos con los grandes valores de esa gran ciudadanía.”
Esa concepción de los puertorriqueños como ciudadanos americanos estaba acompañada de una visión multicultural de nuestro ser individual y colectivo.  Decía Muñoz que “[n]uestra alma no es meramente huésped de dos culturas, de las maneras de entender, de intuir y de hacer las cosas.  El alma puertorriqueña hace su contribución creadora a ambas.”

No es de extrañar entonces que en el Preámbulo de nuestra Constitución el Pueblo de Puerto Rico declarase

“Que consideramos factores determinantes en nuestra vida la ciudadanía de los Estados Unidos de América y la aspiración a continuamente enriquecer nuestro acervo democrático en el disfrute individual y colectivo de sus derechos y prerrogativas; la lealtad a los postulados de la Constitución Federal; [y] la convivencia en Puerto Rico de las dos grandes culturas del hemisferio americano.”

Si, como hemos visto, nuestra ciudadanía americana no está reñida con nuestra puertorriqueñidad ¿cómo entonces la puertorriqueñidad pudiera ser incompatible con el pleno disfrute de los derechos de nuestra ciudadanía?

La puertorriqueñidad puede tener plena expresión en cualquiera de las opciones que tienen los puertorriqueños para lograr un status de pleno gobierno propio, incluyendo la admisión de Puerto Rico como estado de la Unión.

La estadidad federada en nada amenazaría nuestra identidad puertorriqueña, precisamente porque los Estados Unidos es una nación cuya adhesión no depende ni se nutre del origen étnico, la cultura, ni siquiera del idioma que hablen sus ciudadanos sino de las creencias y convicciones que éstos comparten en cuanto a los principios filosóficos y políticos sobre los que se fundó la Nación.

En ese sentido, el experimento Americano se separa de la norma observada a través de la historia en la cual las naciones se fueron desarrollando fundamentalmente como resultado del agrupamiento de hombres y mujeres que habitaban un mismo lugar, hablaban un mismo idioma, compartían una misma cultura y estaban unidos por lazos de sangre que se extendían a través de siglos. Esa herencia de sangre es la que formaba la base de su ciudadanía. De ahí precisamente es que surge el principio de adquisición de ciudadanía conocido como ius sanguinis.

Por el contrario, los Estados Unidos de América han sido construidos a través de 235 años por hombres y mujeres de todos los confines de la tierra que hablan distintos idiomas y tienen diferentes culturas ¿Por qué entonces se les puede llamar americanos?

Abraham Lincoln, uno de los más grandes pensadores que ha dado los Estados Unidos, sostenía que lo que une a la nación americana no son los lazos ancestrales de sangre que unen a otras naciones sino el compartir la creencia en los principios contenidos en la Declaración de Independencia que, aunque hoy sean universalmente aceptados, hicieron a los Estados Unidos la primera nación en la historia de la Humanidad fundada en la idea de que todos los hombres somos creados iguales.  Decía Lincoln

“No puedo identificar entre los signatarios de la Declaración de Independencia a ninguno de mis antepasados… no puedo encontrar ningún lazo de sangre que me conecte ni remotamente a ellos… pero cuando leo la Declaración de Independencia puedo identificarme con ellos porque al igual que ellos, pienso que Dios debe ser el elemento central de nuestras vidas, pienso que todos los seres humanos fueron creados iguales y que por eso Dios dotó a todos los hombre y mujeres de los mismos derechos… creo en la igualdad y en la libertad… y, al igual que los signatarios de la Declaración de Independencia , afirmo que la existencia de los gobiernos está predicada en la defensa y la protección de esos derechos inherentes a nuestra condición humana”.

Esos son los principios, consagrados en la Declaración de Independencia así como en la Constitución de los Estados Unidos, que hacen posible que hombres y mujeres de diversos credos, razas, idiomas y culturas puedan formar una sola Nación y llamarse americanos.

Puerto Rico: frontera cultural de Occidente
Puerto Rico bajo España fue frontera, primero con un mundo por conocerse y después frontera con los imperios europeos que hicieron del archipiélago caribeño, el escenario de sus rivalidades. Puerto Rico creció y forjó un ritmo propio con lo más recio y resistente que tuviera España. Así nos hicimos un pueblo los hijos de todos los rincones de España, de sus cristianos, de sus judíos y de sus moros. Nos hicimos pueblo también de los hijos de los indios taínos y caribes que ya habitaban el archipiélago, de los hijos de dingas y mandingas traídos de África, pero también de franceses, corsos, napolitanos, filipinos, dálmatas y otros pueblos que escogieron las libertades inmensas que brindaba un pueblo en la frontera. De abigarrada muchedumbre, hicimos un pueblo. Y aún hacemos.

Las guerras de independencia de América nos rehicieron en otra frontera, una frontera en la misma experiencia americana y también en una hispanoamericana. Nos convertimos, junto a Cuba, en la cara de España en América. En la frontera española en América, no solamente frontera con las repúblicas hermanas sino con los Estados Unidos. Para mediados del siglo XIX ya era los Estados Unidos el primero en nuestro comercio exterior.

Ese carácter fronterizo no solamente permitió que se templara la reciedumbre de nuestro pueblo, sino que permitió el cambio del 98 sin disturbios que azotaran a la Isla. Sabíamos lo que éramos y conocíamos nuestra heredad. El sentir autonomista que era mayoritario bajo España se convirtió en el mismo sentir autonomista bajo los Estados Unidos. El republicanismo bajo España en el siglo 19, en el republicanismo bajo los Estados Unidos.

Ya han transcurrido más de 100 años de que Puerto Rico se convirtiera en una de las fronteras de Estados Unidos con la América hispana y la frontera de Estados Unidos con el Caribe.

Pero el papel que Puerto Rico ha estado desempeñando como punto de enlace y encuentro entre las Américas adquiere ahora una nueva dimensión.

Son cuatro las civilizaciones que hoy dominan al mundo, dos en Oriente y dos en Occidente, cada una asociada en gran medida con un idioma. Los estimados más recientes sobre el número de parlantes de los principales idiomas del mundo—incluyendo a aquellos que lo hablan como segundo idioma—fijan primero al mandarín, con 1,052 millones de parlantes; el segundo el inglés con 508 millones, el tercero el hindi, con 487 y en cuarto lugar el español con 417. El próximo, el ruso, no llega a trecientos millones.

Pero si consideramos solamente el número de parlantes para quienes es su lengua materna, el español, con 329 millones de hablantes, es el segundo idioma del mundo, después del mandarín y seguido por el inglés.

Claramente el español es el segundo idioma de los Estados Unidos; hay 48 millones de hispanos sin incluir los que vivimos en Puerto Rico. La concentración de hispanohablantes en ciertos lugares permite que discurra la vida sin la necesidad de hablar inglés.

El giro del español al convertirse en el segundo idioma del mundo y de los Estados Unidos en particular, haciendo a ésta una de las naciones con mayor número de hispanoparlantes, tiene el potencial de cambiar las relaciones entre las dos grandes civilizaciones occidentales mucho más que ley o disposición alguna.

En su reciente tratado sobre los idiomas del mundo, Nicholas Ostler señala que en los grandes países que han sido esencialmente monolingües se tendrá que acomodar o hacer espacio para otros idiomas. Este es claramente el caso de los Estados Unidos con el español.  

Algunas personas podrán ver el español como amenaza al inglés, que pudieran considerar idioma nacional de facto. Para otros, es el español el que está en peligro de diluirse en una cultura aún predominantemente angloparlante.

Aquellos que venimos de una cultura perennemente en la frontera que ha sido la avanzada del mundo reconocemos que el cambio es inevitable, posiblemente mucho más que otros que viven en el centro de la heredad. También reconocemos que el cambio fluye en ambas direcciones.

Puerto Rico ahora es frontera de las dos grandes civilizaciones de Occidente. Para nosotros, esta condición es condición de vida como lo ha sido por los últimos 500 años pues por tantos años hemos sido frontera. Pero ya no estamos solos. Una cuarta parte de la población de los Estados Unidos comparte esta condición.

Estamos ante un Nuevo Mundo, un Nuevo Orden. Lo viven ustedes en Europa, lo vivimos nosotros en América, y lo viven todos los países del mundo.

En este Nuevo Orden Puerto Rico, con su herencia hispánica y como parte integral de unos Estados Unidos cada día más hispano, se convierte en frontera vital y punto de encuentro obligado de las dos grandes civilizaciones de Occidente.

Muchísimas gracias.

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